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Tiempo
Tiempo – Sumi-e en Papel Washi: La Fugacidad y la Eternidad en un Solo Trazo
Tiempo es una obra de Sumi-e que explora la dualidad entre lo efímero y lo eterno. En el centro de la composición, un Ens-ō (円相), el círculo zen, representa el ciclo infinito de la existencia, el flujo del presente y la continuidad del tiempo. Pintado en negro profundo sobre papel Washi, su trazo firme y espontáneo capta la esencia del instante, un gesto único e irrepetible que, sin embargo, forma parte de un todo sin principio ni fin.
Manchas en negro, gris y dorado emergen de la composición como testigos del paso del tiempo, evocando la transformación constante de la vida. Aunque todo es fugaz y cambia sin cesar, el tiempo mismo es eterno, un flujo sin interrupción en el que cada momento deja su huella. El dorado, símbolo de luz y trascendencia, contrasta con la tinta negra, creando un diálogo entre la materialidad y la intemporalidad.
Cada trazo en esta obra es definitivo, sin corrección posible, reflejando la filosofía del arte en tinta y la estética zen: aceptar la impermanencia, encontrar la belleza en lo efímero y reconocer que todo instante, aunque pasajero, forma parte de una eternidad sin límites.
Tiempo – Sumi-e en Papel Washi: La Fugacidad y la Eternidad en un Solo Trazo
Tiempo es una obra de Sumi-e que explora la dualidad entre lo efímero y lo eterno. En el centro de la composición, un Ens-ō (円相), el círculo zen, representa el ciclo infinito de la existencia, el flujo del presente y la continuidad del tiempo. Pintado en negro profundo sobre papel Washi, su trazo firme y espontáneo capta la esencia del instante, un gesto único e irrepetible que, sin embargo, forma parte de un todo sin principio ni fin.
Manchas en negro, gris y dorado emergen de la composición como testigos del paso del tiempo, evocando la transformación constante de la vida. Aunque todo es fugaz y cambia sin cesar, el tiempo mismo es eterno, un flujo sin interrupción en el que cada momento deja su huella. El dorado, símbolo de luz y trascendencia, contrasta con la tinta negra, creando un diálogo entre la materialidad y la intemporalidad.
Cada trazo en esta obra es definitivo, sin corrección posible, reflejando la filosofía del arte en tinta y la estética zen: aceptar la impermanencia, encontrar la belleza en lo efímero y reconocer que todo instante, aunque pasajero, forma parte de una eternidad sin límites.